Galilei conoció el aparato y se dedicó a perfeccionarlo hasta hacer de el un verdadero telescopio. Entre diciembre de 1609 y enero de 1610 dirigió su invento al cielo, hacia la Luna, quedando asombrado de lo que miraba.
Tras días de observación, concluyó que la Luna era un satélite con una superficie parecida a la de la Tierra, o sea lleno de rocosas montañas, polvorientos valles y con cráteres de toda dimensión.
Las tesis aristotélicas tradicionales acerca de la perfección del mundo celeste, que exigían la completa esfericidad de los astros, quedaban puestas en entredicho, según otros estudiosos del espacio que posteriormente siguieron los pasos de Galilei.
Su descubrimiento de cuatro satélites de Júpiter (Io, Europa, Ganímedes y Callisto) contradijo el principio de que la Tierra tuviera que ser el centro de todos los movimientos que se producen en el cielo. Desde ese momento, la Tierra no fue la misma.
En 1961, hace exactamente 48 años, Yuri Gagarin, astronauta ruso, exclamó: "la tierra es azul". Desde entonces, no dimos cuenta de cómo somos vistos desde el espacio y en 1969, Neil Armstrong, dio el grande paso de la humanidad.
Efemérides aparte, los astronautas que se encaminaron en la osada aventura de explorar la Luna, sin GPS, sin celular y mucho menos sin mensajitos, terminaron descubriendo nuestro propio planeta.
La misión, o las misiones, durante la década de los sesentas, estaban centradas en una carrera espacial entre USA y la Unión Soviética. Todos estaban atentos en donde seria el mejor lugar para alunizar, la mejor ruta y el mejor momento. Por puro acaso, como pasa en la mayoría de los descubrimientos científicos, se tomaron fotos de la Tierra y nos dimos cuenta de que no tenemos fronteras y que nuestra atmósfera nos hace vernos como una burbuja azul.
El astronauta no pudo haber tomado esta fotografía en un mejor momento. Esta imagen ofreció una nueva y muy necesaria perspectiva de "nuestro hogar". Por primera vez en la historia de la especie humana, se miró a la Tierra y no solamente se vio un rompe cabezas de países sobre un mapa plano y aburrido, sino un planeta completo, con una esfera frágil de una belleza deslumbrante, flotando solitaria en el vacío.
Hemos ganado todo esto al dirigir nuestra atención hacia la Luna. Es decir, nos salimos de nosotros mismos, apuntamos a un lejano objetivo y terminamos nos apreciando tal cual somos.
Apollo 17 (1972) fue la última misión tripulada a la Luna. Desde entonces, ningún ser humano ha regresado al lugar donde se puede flotar y ver la Tierra completa. La tripulación de la Estación Espacial Internacional (ISS) tiene una vista hermosa de la Tierra, pero no de todo el planeta, ya que se encuentra a sólo 350 Km de distancia. Es una órbita de baja altitud, solamente una porción del planeta se puede ver en un determinado momento. Para ver la imagen completa, no hay mejor lugar que la Luna, a 384,400 Km.
Muy pronto, Estados Unidos retomará el programa espacial bajo el nombre Constellation y muchos otros países tendrán también sus propias iniciativas, inclusive Brasil. El retorno a la Luna es bastante polémico todavía, sin embargo, el siguiente objetivo es Marte.
Cuanto tenemos nosotros que alejarnos para podernos ver por completo? Podemos decir que somos algo único y que debemos cuidarnos, tal como sucede con la Tierra? Me parece muy interesante el hecho de que nos enfoquemos en otro objetivo y terminemos viéndonos a nosotros mismos.
Alguien que nos entienda y que nos quiera puede transformarse en una herramienta crucial para nuestro bienestar, mismo sin ella saberlo. La lección que podemos rescatar es que quienes nos rodean son los mejores instrumentos para vernos a nosotros mismos, son nuestros telescopios.
MARTE