jueves, 29 de septiembre de 2011

                                                LOS CALENDARIOS 


¿Qué es un calendario?
Un calendario es un sistema inventado por el ser humano para dividir el tiempo en periodos regulares: años, meses, semanas, días, a partir de criterios fundamentalmente astronómicos. Así, calendarios y astronomía forman parte y son expresión de un mismo proceso: el desarrollo histórico de las observación del cielo, el ciclo de las estaciones y la naturaleza; es decir, del cosmos en el cual el hombre se ve inmerso y del cual se siente partícipe. Asimismo, se pueden crear calendarios de acuerdo con el desarrollo de alguna actividad, por ejemplo, calendarios agrícolas, calendarios religiosos, calendarios escolares, etc.

-Existen 5 clases de calendarios, a continuación verán un poco de cada uno es muy interesante.

Calendario en Mesopotamia

Los primeros calendarios de la humanidad datan de las civilizaciones que habitaron el valle de los ríos Tigris y Éufrates, en Mesopotamia. Estos calendarios se crearon a partir de la observación de las fases de la Luna. Sacerdotes babilonios y sumerios confeccionaron un calendario basado en ciclos de 29.5 días, que había entre cada luna nueva. Este período lunar dividía el año en doce lunaciones o meses y sumaba un total de 354 días.
Estos primeros calendarios, sin embargo, no coincidían con el viaje de la Tierra alrededor del Sol, que le toma 365.256 días. Ni tampoco coincidían con el intervalo entre luna nueva y luna nueva, que es de 29 días, 12 horas, 44 minutos y 2.87 segundos por lo que las sutiles imprecisiones provocaban que, con el paso de los años, el año solar con sus estaciones se desfasara del ciclo lunar. Para remediar este desfase entre las estaciones y los ritos agrícolas, los sacerdotes añadían días o meses que permitieran corregir la desigualdad de los ciclos astronómicos. Más tarde se estableció un sistema según el cual se agregaban siete meses, distribuídos en un período de 19 años para lograr que concordaran los meses y los años. 


El ciclo lunar, sirvió de base al calendario babilónicoEl sistema babilónico sirvió de modelo a hebreos y musulmanes, aunque cada quien hizo sus cambios. Los judíos introdujeron la semana de siete días, más o menos un cuarto de lunación; los musulmanes descartaron las correcciones y siguen usando un calendario puramente lunar. 

Calendario Egipcio

Los egipcios de la Edad Antigua aprendieron a determinar las estaciones del año a partir de los cambios que mostraba el río Nilo con el paso del tiempo. Para los habitantes de esta civilización, las estaciones eran tres: "inundación" o época de la crecida, que duraba aproximadamente de junio a septiembre; "aparición de los campos al retirarse el agua", cuando el suelo estaba húmedo, a partir de octubre y hasta el mes de febrero; y "sequía", de febrero a junio, cuando volvía a repetirse el ciclo.
De estas observaciones nació una de las aportaciones fundamentales de la civilización egipcia, el calendario solar de 365 días. Este calendario, que era bastante certero, se usó desde el tercer milenio a. de N.E. y tuvo una finalidad práctica: el control de los ciclos agrícolas. Además, partiendo de la observación de la Luna, los egipcios dividieron su año en 12 meses, con 30 días cada uno.
El año nuevo egipcio se celebraba cuando Sirio, la estrella más brillante del cielo, aparecía en el horizonte por el oriente, un momento antes de la aurora. Sirio indicaba que la Primavera había terminado y que muy pronto se produciría la anhelada inundación de tierras por la crecida de las aguas del Nilo. Posteriormente, a fin de ajustar el año lunar con la aparición de Sirio en el horizonte, los astrónomos agregaron cinco días a cada año. Asimismo propusieron, sin éxito, la adición de un día cada cuatro años para que el año concordara aún más con
el ciclo solar.
Fines de primavera Principios de Julio 19 de Julio 
Otra contribución importante derivada de las observaciones celestes que hicieron los egipcios fue la división del día y la noche en 12 partes cada una. Cada sección representaba 1/12 del tiempo transcurrido entre la salida y la puesta del Sol o entre la puesta y la salida; por lo consiguiente, la duración de la hora variaba según las
estaciones.

Calendarios Mesoamericanos

En el momento de la conquista española, el uso del calendario era un rasgo común de las civilizaciones del área cultural de Mesoamérica. Hay indicios de su existencia entre los nahuas, otomíes, tarascos, huastecos, los mayas y otros grupos del sur. El calendario mesoamericano era a la vez uno y múltiple, según las culturas que lo adoptaron. Éste se desarrolló en estrecha vinculación con la invención de la escritura y la práctica de erigir estelas, así como con el desarrollo de un complejo sistema matemático de base vigesimal. Todos estos logros, además de constituir conocimientos científicos, expresaban necesidades sociales, económicas y políticas de las civilizaciones prehispánicas de Mesoamérica. 

Para los antiguos pobladores de esta zona, el calendario era una guía al pasado mítico y una ventana al futuro astrológico. Ordenaba los rituales asociados a los ciclos del tiempo, las actividades agrícolas o comerciales, los mercados y los reinados de los soberanos. Dictaba los nombres de los pueblos y de la gente, divinizaba sus destinos, y provocaba o curaba enfermedades.
El calendario mesoamericano más antiguo era el de 260 días ("calendario sagrado"), que marcaba el ciclo más elemental y era el que más importancia tenía para la vida cotidiana. Este calendario fue el que usaron todos los pueblos de la región y se le considera uno de los elementos culturales que definen las fronteras de Mesoamérica. Entre los mayas se llamó tzolkin, entre los nahuas tonalpohualli y piye entre los zapotecos. Además existían otros calendarios más complejos, como veremos en lo casos de las culturas maya y mexica.


El calendario maya

A lo largo de su historia, los mayas han tenido un conocimiento sumamente sofisticado del cosmos y sus ciclos. El tiempo es importante por sus significados simbólicos, religiosos y mágicos y por ser la clave del comportamiento de los dioses y del destino de los hombres.
El tiempo, como el espacio, se define a partir del movimiento solar. La unidad temporal básica es el día y a partir de éste se establecen todas las demás unidades temporales: la trecena de 13 días, el mes de 20 días, el ciclo de la luna de 28 ó 29 días, el ciclo del tzolkin de 260 días, el tun de 360 días, el haab de 365, los ciclos de Venus y de los eclipses, el katún de 7,200 días (= 20 tunes), el baktún de 144,000 días (= 20 katunes), el piktún de 2,880,000 días, y así sucesivamente. De esta manera, el recorrido cotidiano del Sol se inserta en ciclos más amplios, algunos relacionados con él, otros con los demás astros y otros más inventados por el hombre.
Ciclos calendáricos en la rueda mayaA la fecha, el calendario más usado de los mayas es el tzolkin y consiste en 20 días con sus diferentes nombres que se combinan con 13 números. El total de posibles combinaciones de cada número es 260 y entonces se regresa al punto de partida. A este primer ciclo calendárico se añade el ciclo anual, o haab, de 365 días. Éstos se dividen en 18 meses de 20 días (360 días) y 5 días finales. Los meses del haab definen el calendario ritual de los diferentes pueblos mayas de acuerdo al ciclo solar y estacional. Los últimos cinco días del año, llamados uayeb, quedaban fuera de la cuenta de los meses y eran considerados nefastos, pero durante ellos se realizaba la fiesta para recibir el año nuevo. La concepción maya del transcurso del tiempo marca turnos en los cuales las diferentes deidades y los hombres toman la responsabilidad de "cargarlo". El dios que carga un periodo temporal, que puede durar un día o casi 400 años, rige el mundo durante ese lapso y su influencia se siente en todos los aspectos de la vida.
En el periodo clásico, los mayas usaron un sistema de cronología absoluta, llamada "cuenta larga", que registraba ciclos vigesimales hacia el pasado, hasta la fecha inicial del 13 de agosto de 3,114 a. de N.E., día en que sucedió la última creación del mundo (como los demás pueblos mesoamericanos, los mayas creen que el mundo y la humanidad han sido creados y destruidos varias veces). Esta fecha permitía establecer una línea temporal absoluta e irreversible. Cualquier fecha del presente, del pasado y del futuro, sin importar cuán lejana, podía ser colocada en ella con toda precisión y podía relacionarse con cualquier otra fecha posterior o anterior.
La "cuenta larga" consistía en cinco unidades progresivamente mayores de tiempo. La primera, contando de derecha a izquierda, eran los días, kin o Sol, que se contaban hasta 20. La segunda eran los meses de 20 días, uinal, que se contaban hasta 18. Los 18 meses de 20 días integraban la siguiente unidad, el tun, o piedra, de 360 días. Esta unidad era equivalente al año solar, o haab, pero tenía cinco días menos por la eliminación de los nefastos uayeb o días sobrantes, y porque era más fácil hacer cálculos matemáticos a partir de una cifra redonda como 360 que a partir de 365. Para contar fechas grandes, los mayas clásicos inventaron un sistema matemático sin paralelos en Mesoamérica y en el mundo entero en esa época. El elemento fundamental era el concepto de cero y de posición, utilizado también en nuestro sistema de numeración, aunque ellos contaban con base 20 y no en base 10, como nosotros. Cuenta Estela 29 de Tikal  una de las fechas de cuenta larga más antigua
Existían otros ciclos que se integraban a la "cuenta larga". Las fases y posiciones de la Luna eran cuidadosamente registradas en tablas de lunaciones y eclipses. También se prestaba gran atención al complejo ciclo de Venus como estrella de la mañana y estrella de la tarde, así como a los movimientos de Marte y probablemente de Júpiter. Así, un día cualquiera en el calendario maya clásico pertenecía a 9 ciclos diferentes cuando menos y éstos determinaban sus características y su destino. Los ciclos se encimaban, coincidían y se desfasaban en una combinación infinitamente compleja que significaba que mientras muchas características se repetían, otras eran únicas en cada ocasión. Un buen sacerdote, y un buen rey, sabía evaluar esta complejísima información para encontrar el día más propicio para cada acción: una coronación, una guerra, un ritual, un matrimonio.
Estos conocimientos tan complejos estuvieran circunscritos a un grupo muy reducido de sacerdotes-astrónomos y miembros de la nobleza de las ciudades mayas del clásico. Para el resto de la sociedad, sobre todo los campesinos, eran suficientes el tzolkin y el haab que controlaban los destinos individuales y el ciclo agrícola y que los siguen rigiendo hasta la fecha.

El calendario mexica
Piedra del SolPara los mexicas, como para el resto de los mesoamericanos, no bastaba el ciclo anual de 260 días; por ello, utilizaron otro que consistía consistía en un año solar de 365 días (xíhuitl), dividido en 18 meses de 20 días (360 días) y cinco 5 días adicionales (nemontemi).
La combinación de ambos ciclos, el de 260 días y el de 365 días, formaba unidades de 52 años. A este periodo se le llamó "Rueda del Calendario" y era el sistema típico del centro de México en el momento de la conquista. Para establecer los nombres de cada año, los mexicas usaron los nombres de cuatro días: ácatl (caña), técpatl (pedernal), calli (casa), y tochtli (conejo). Cada símbolo de día estaba asociado a un número diferente del uno al 13 (4 nombres de día x 13 numerales = 52 nombres de año). Los mexicas llamaron a un "siglo" de 52 años xiuhmolpilli o "atadura de los años".y también se le conoce como "cuenta corta". Los ciclos de 52 años se iniciaban entre los aztecas mediante un rito importante, la fiesta del Fuego Nuevo, que coincidía además con la fecha en que la constelación de Pléyades pasaba el cenit a medianoche.
En la "cuenta corta" de 52 años cabían exactamente 73 tonalpohualli (52 x 365 = 73 x 260 = 18,980 días). Al cabo de este período, las combinaciones de los ciclos de 365 y 260 días se agotaban, y comenzaba otro ciclo mayor con exactamente las mismas fechas. Dos ciclos de 52 años, es decir 104 años, se llamaban huehuetiliztli, "la vejez", y se caracterizaban además por la coincidencia con el ciclo de Venus. El año de Venus contiene 584 días, y 5 años de Venus corresponden a 8 años solares; por lo tanto, cada 65 años de Venus coincidían con 104 años solares y con 146 tonalpohualli (65 x 584= 104 x 365 = 146 x 260 = 37, 960 días).
Los mexicas utilizaban una fórmula abreviada para los fechamientos para no tener que mencionar en forma completa todos los elementos que intervenían en una fecha: el día del tonalpohualli, el ordinal del día dentro de la veintena y el año; en cambio, decían únicamente el día del tonalpohualli y el año, por ejemplo: 8 ehécatl de 1 ácatl.
20 días en el calendario mexica
20 días en el calendario mexica
20 días en el calendario mexica
20 días en el calendario mexica
Signos y nombres de los 20 días en el calendario mexica según el Códice Borbónico
Como el curso anual del Sol era la base del calendario y de la astronomía prehispánicos, existen relaciones simbólicas entre los fenómenos solares y las fiestas mexicas que caían en los equinoccios, los solcticios o lo pasos del Sol por el cenit. Además del referente solar, la estructura de sus fechas festivas se derivaban de los ciclos estacionales y agrícolas. La división dual del año en estación seca y de lluvias era fundamental. Las ceremonias de los dioses de la lluvia y de las deidades del maíz y de la tierra constituían el ciclo calendárico básico. Así, había cuatro fechas clave: el inico del año calendárico mexica (12 de febrero); la siembra (30 de abril); el apogeo de las lluvias y del crecimiento del maíz (13 de agosto) y la cosecha (30 de octubre). 

Calendario Juliano

En los primeros tiempos de la antigua Roma se usaba un calendario lunar de 10 meses, cuatro con 30 días (marzo, mayo, julio y octubre) y seis con 31 días (abril, junio, agosto, septiembre, noviembre y diciembre). Pero como el período de 304 días no forma ni un año solar ni lunar, se le agregaban cada vez más días para ir al parejo de las estaciones. Para el año VIII a. de N.E., se añadieron a este año 2 meses más, mediante la adición de enero y febrero, sumando un total de 12. Hasta el día de hoy sobreviven los nombres de los cuatro últimos meses del antiguo calendario: septiembre, octubre, noviembre y diciembre, que son las designaciones numéricas latinas para los meses séptimo, octavo, noveno y décimo.
En el año 45 a. de N.E., el emperador Julio César quiso perfeccionar el viejo calendario lunar y encargó la tarea a un astrónomo de Alejandría de nombre Sosígenes. El sabio hizo una adaptación del calendario egipcio y se estableció el año de 365 días, ajustado por años bisiestos, como lo habían sugerido los astrónomos egipcios dos siglos antes. Este calendario era simplemente solar y sus meses tenían 30 ó 31 días y, como ahora, febrero era la excepción, cVerano época de la siegaon 29 días normalmente y 30 en los años bisiestos.
Los nombres de los meses fueron los mismos que antes, con la excepción de dos, el Quintilis, el cual, en honor a Julio César fue llamado Iulius, y el de Sextilis, que en el año 8 a. de N. E. se denominó Augustus en honor del emperador.
El calendario juliano se usó en Occidente durante más de mil años, aunque después de la reforma de Julio César se le hicieron algunos cambios menores. Dionisio el Pequeño, abad de un convento de Roma, trasladó el año nuevo del 1 de enero al 25 de marzo. Asimismo, fijó el 25 de diciembre como fecha de la Navidad e inició la práctica de fechar los sucesos a partir del nacimiento de Cristo.
Después de la introducción de los discos solares y relojes de agua, el día y la noche fueron divididos en 12 horas cada uno; sin embargo, como la división se fundaba en la variante duración del día, cada hora del mismo era más larga y, al revés, cada hora de la noche más corta, en verano y en invierno. 

Calendario Gregoriano

El calendario juliano, a pesar de los años bisiestos, no se acercó lo suficiente a los ciclos astronómicos: el año-calendario promedio tenía 12 minutos más que el ciclo solar. Este error, al parecer insignificante, se fue acumulando y en 1093, por ejemplo, la primavera cayó el 15 de marzo, en vez del 21. Así, para el siglo XVI el error acumulado había provocado una diferencia en el ciclo anual natural de diez días completos.
Para arreglar este error, el papa Gregorio XIII solicitó al astrónomo C. Clavius que proyectara un moderno calendario. En el año 1582, el pontífice promulgó una reforma al calendario juliano que obligaba a todos los países católicos a que del 4 de octubre siguiera el 15 de octubre, con lo cual se "perderían" diez días pero ganarían que el hombre volvería a estar en armonía con las estaciones. Además, esta misma reforma establecía que los años seculares no divisibles entre 400 (1700, 1800, etc.) ya no serían bisiestos. Esta mejora redujo el error anual a sólo 26 segundos, que suman un día cada 3,323 años. Finalmente, el papa repuso el 1 de enero como día de Año Nuevo.
La Europa católica adoptó inmediatamente el nuevo calendario, pero los países protestantes se rehusaron a ello. Inglaterra y sus colonias aceptaron el calendario gregoriano hasta 1752, cuando quitaron 11 días a su año. Este hecho provocó motines en Londres, donde muchos indignados se lanzaron a las calles al grito de "queremos nuestros 11 días". En Estados Unidos, en cambio, Benjamín Franklin aconsejó con resignación a sus lectores que debían "acostarse tan tranquilos el dos de este mes, y despertar Presentación de la Reforma Papalhasta la mañana del 14".
Sin embargo, en Rusia, cuya iglesia cismática se separó de Roma antes del siglo XVI, conservó en uso el calendario juliano casi doscientos años más. En 1918, después de la revolución Bolchevique, el gobierno quitó 13 días al año para poner su calendario en concordancia con el de los demás países de Europa. La Iglesia Ortodoxa no aceptó la reforma de los bolcheviques y, hasta hoy, sigue el calendario juliano y celebra la Navidad el 7 de enero (según el calendario gregoriano). 






INTEGRANTES: Angélica Lucia Sanchez Villa
                         Jennifer Santamaria Beltran
                         María Fernanda González Mogollón.

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